En 1862 el Papa Pío IX bendijo las revelaciones de Jesús a Santa Brígida, y al año siguiente el Gran Congreso de Malines las recomendó.
Estas meditaciones de origen Divino, fueron fuente de piadosas prácticas espirituales de muchas generaciones de católicos que quisieron seguir las huellas de Nuestro Salvador, y así retratarlo en sus almas.
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